Rhapsody of Fire. Sala Caracol (Madrid) 22/02/19)
Serán
los números quienes marquen el devenir de esta crónica: era la
primera vez que vería a Rhapsody of Fire en una sala, la segunda con
la formación actual, la tercera que disfrutaría de su presencia
sobre un escenario y mi cuarto concierto de 2019. Nada mal para un
viernes 22 de febrero, ¿verdad?
Se
ha instaurado tradición en que el bueno de don Pablo Alarcón, alma
mater de Esquirlas de Metal, pise la capital a principios de cada año
para disfrutar de algún sarao con sabor a metal; también nos
reunimos esta vez con don Íñigo, soriano de pro y autoproclamado
portador de la verdad. No sin pergeñar otras opciones, terminamos
decantándonos por la mítica banda italiana liderada por Alex
Staropoli (Stromboli
para los amigos) con ganas de comprobar su vigencia en directo tras
la enésima vuelta de tuerca en la formación: llegaban pisando
fuerte el batería Manu Lotter, el bajista Alessandro Sala y, por
supuesto, el carismático nuevo frontman
Giacomo Voli. La expectación generada por el nuevo disco que traían
bajo el brazo, "The
Eight Mountain",
se tradujo en sendos tres cuartos de entrada en la madrileña sala
Caracol.
Venían
parapetados por dos bandas, Aquelarre y Thornbridge, de las que sólo
alcanzamos a ver el último tema de los alemanes por meras cuestiones
de repostaje energético; por ello, al no poder establecer un juicio
con fundamento, avanzaremos para desgranar la esencia del encuentro.
Aunque
puede que algunos se sorprendieran, Rhapsody of Fire comenzaron su
descarga con la siempre ilusionante "Distant
sky",
cargada de riffs poderosos y las pegadizas melodías a las que nos
tienen acostumbrados los transalpinos: Voli entró como un ciclón en
el escenario, haciéndonos partícipes de su potente chorro de voz y
dejando claro que ha venido para quedarse. No tuvimos que esperar
mucho para disfrutar del primer corte del "The
Eight Mountain",
pues siguieron con "The
legend goes on",
una de esas canciones que se meten en tu cabeza y poco puedes hacer
para deshacerte de ella; buena ejecución coral, pero destacando más
si cabe el juego de piernas de Manu Lotter, con una batería
disparada por momentos.
"La banda exhalaba confianza con estos nuevos temas,
seguros de haber creado una obra que mantenga viva la
ilusión de los muchos seguidores que arrastran en cada
cita."
Volvieron
la vista atrás para presentarnos "Dargor,
Shadowlord of the Black Mountain",
un tema algo más pausado y con un interesante juego de coros, que
aderezaron con un medio tiempo como "The Courage to Forgive",
efectivo, y con "March Against the Tyrant",
quizá una pieza demasiado larga para un concierto de este calibre.
La banda exhalaba confianza con estos nuevos temas, seguros de haber
creado una obra que mantenga viva la ilusión de los muchos
seguidores que arrastran en cada cita.
No
podían faltar canciones como la rápida "Into
the Legend",
la siempre aclamada "The March of the Swordmaster"
(buen contraste respecto a la anterior y coreada al unísono por los
allí presentes, para mí uno de los himnos de la banda) y la mítica "Dawn
of Victory"
(Gloria, Gloria Perpetua), que levantó brazos y cuernos al techo de
la sala madrileña. No negaré que, llegado este punto del concierto,
vimos a los músicos más estáticos de lo esperado, especialmente al
guitarra Roby de Micheli y al teclista Staropoli, que hacían
discurrir los cortes sin ese feeling
que se esperaba en una noche como ésta; pareciera como si se
limitaran a cumplir el expediente.
"Gloria, Gloria Perpetuaaaaa!"...así sonó "Dawn of Victory" en Madrid.
"March of the Swordmaster"
Todo
lo contrario que Giacomo Voli, muy activo y comunicativo desde el
comienzo y que intentó meterse al público en el bolsillo con "Sin
un adiós",
la versión en español de "The
Wind, the Rain and the Moon",
también del último disco: una pieza intimista en la que su voz se
erigió como auténtica protagonista y con la que pudimos disfrutar
de sus amplios y limpísimos registros. Un diez para él y mi
enhorabuena a la banda por un detalle así; son cosas que se deben
agradecer.
"Rain
of Fury"
y "Warrior Heart" continuaron las andanzas por ese "The Eight Mountain"
que venían a presentar, que dejaron buen sabor de boca entre el
respetable; especialmente el primero, más conocido por haber sido el
segundo single
de adelanto y por su rápida ejecución. Muy buen tema éste, con un
estilo que rememora el estilo de los mejores tiempos de la banda. Con
la siempre esperada "Holy Thunderforce"
y su pegadizo estribillo, que sonó grandilocuente, hicieron el
primer amago de abandonar.
Ellos
aprovecharon para tomar un descanso, nosotros para revisitar la barra
y esperar con ganas el desenlace de la noche. No tardaron en volver
con "Reign
of terror",
un tema que, personalmente, me dice poquito y que no juzgo por no
sesgar la valoración. Llegó por fin la hora de retraer la mirada
más de veinte años atrás con "Flames
of Revenge"
y "Land
of Inmortals",
del siempre justamente venerado "Legendary tales": melodía y fuerza a
partes iguales que hicieron estallar a la sala; daba gusto ver al
respetable corear cada estrofa, cada estribillo, muy satisfecho.
Entre medias de ambos sonó "Master
of Peace",
también del nuevo disco, una rápida estocada que narra la visión
de un guerrero que se enfrenta a la batalla y pide perdón a su padre
por no sentir remordimientos. Sonó genial. Y, como no podía ser de
otra manera, el show
terminó con el himno "Emerald Sword",
que representó el éxtasis general y puso la guinda a una gran noche
de Power Metal Sinfónico.
Buena
noche, sí, pero con sentimientos medianamente contradictorios: bien
por la nueva formación y por la defensa que hicieron de un nuevo
disco del que tocaron siete temas; casi la mitad de la descarga giró
en torno al "The Eight Mountain".
Destaco la actuación de Giacomo Voli, entregado a la causa, cercano
con el público y dando muestras de querer dejar su sello como
vocalista de una banda de este calibre; también del bajista
Alessandro Sala, concentrado en todo momento y con una sempiterna
sonrisa reflejo de lo que disfruta encima de un escenario. Por el
contrario, hubo momentos en los que me quedé bastante frío con la
actitud de De Micheli y Staropoli; eché de menos un poco más de
inmersión en el concierto. Estaba también por allí Alberto Rionda,
líder de Avalanch, banda con la que están recorriendo Europa en
estos momentos, que bien se podría haber subido a las tablas para
hacer de las suyas ante un público fetiche como el madrileño, por
ejemplo.
Pablo Alarcón, A. Rionda, Íñigo B. y nuestro cronista Miguel M., segundos antes de entrar en la Caracol.
Una
nota de 7 sobre 10 sería justa para lo visto. Seguiremos desgranando
poco a poco el "The Eight Mountain",
del que pronto tendremos review en Esquirlas de Metal. ¡Estad
atentos!
Miguel Martínez R.
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